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viernes, 13 de mayo de 2011

Marina Núñez: el ojo desollado

Hasta el próximo 15 de mayo, puede verse en la Sala Rekalde de Bilbao la exposición de Marina Núñez Tapar para ver o "El ojo vago".

La recurrencia de la figura femenina en la obra de Marina Núñez no deja de ser un posicionamiento de partida claro y tajante en un mundo donde es la figura masculina (ausente de su obra) la que se pone siempre como modelo de lo humano. Sin embargo, a partir de la lectura de esa figura femenina, Núñez consigue ofrecer una reformulación de la identidad humana más allá de su adscripción genérica. Por ello, una interpretación de su obra centrada únicamente en la cuestión del género no acaba de agotar las posibilidades inscritas en sus pinturas, vídeos y fotografías, que constituyen un conjunto reacio a los sentidos unívocos presentes en las creaciones de otras muchas artistas que actúan desde posicionamientos ideológicos más feministas.

Como avanzábamos, las obras de Núñez ponen al descubierto la manera en que nuestra cultura construye “lo femenino”, como muestra su tríptico videográfico Ingenio (2010), donde tres mujeres sucumben ante una serie de construcciones e imágenes que la cultura (educación, sociedad…) les impone hasta impedirles alzarse del suelo.



Pero dado que principalmente de lo que se trata al hablar de la identidad femenina es de una manera de ver (a la mujer) que no tiene nada de natural ni de inocente, en la obra de Núñez se privilegiará justamente el hecho de mirar, encarnado en la recurrencia figurativa del ojo.
El ojo (la visión) no registra pasivamente lo que tiene delante sino que, análogamente al film de Buñuel con el que se dialoga en la muestra, debe ser puesto constantemente en cuestión, sometido a tensión, violentado (tachado en palabras de Jenaro Talens) para poder aprender a ver de otra manera. Así, en Visión (2007) o Desintegración (2011) parece aludirse al nacimiento de la mirada o a la búsqueda al menos de una mirada primigenia.



En ese sentido, también se proclamará en muchas de sus obras la liberación de la conciencia como mecanismo que restringe y condiciona nuestra percepción a favor de una visión y conocimientos nuevos y más inmediatos. Las referencias al surrealismo vienen aquí solas, con el poder concedido al subconsciente o a la locura. Pero en este punto es donde el mensaje debe dejar de leerse únicamente en términos de género, pues frente a la liberación anhelada por algunos de los discursos más comprometidos (y en última instancia más políticamente correctos), las imágenes que nos propone Núñez no tienen nada de tranquilizador, sino que nos ponen de lleno frente al problema de la alteridad. Se abre la puerta para que irrumpa lo siniestro, el horror latente bajo lo cotidiano, lo monstruoso que se esconde tras la máscara de lo bello.
La locura en la obra de Marina Núñez, más que de liberación, está llena de sufrimiento: los ojos pierden sus órbitas y la carne se muestra desollada.



La reproducción del iris en Multiplicidad (2006) es tan ambigua, que el gesto de fruncir los párpados de la protagonista no sabemos si obedece a su voluntad por ver de otra manera o al horror que siente ante lo que le está sucediendo (y observando).



La misma búsqueda de esa mirada primigenia de la que hablábamos antes somete al ojo a una explosión o lo presenta encerrado en una caverna nada acogedora.

En último término la obra de Núñez nos recuerda que salirse de la cultura solo nos permite vernos como otro y experimentar esa mezcla de horror y atracción que se ponen en juego cuando percibimos cómo allí se mezclan identidad y diferencia.
Por ello, en algunas de sus obras, las figuras parecen pertenecer ya de lleno a otras formas de existencia.



En Sin título (Ciencia ficción) (2007), el estado de las mujeres resulta altamente ambiguo ¿Nos contemplan con indiferencia? ¿resignación? ¿acaso nos interpelan? En medio de un paisaje desértico son capaces de generar vida aunque el precio que tengan que pagar sea el de su cuerpo. Esa fertilidad que las ancla a la tierra estéril les impide levantarse tanto como a las protagonistas de Ingenio.



Pero es en Ocaso (2007) donde se va más allá, hasta el punto de rebasarse el umbral de lo reconocible como humano y entrar de lleno en lo monstruoso.

jueves, 12 de mayo de 2011

Petición por la liberación de Ai WeiWei



La Salomon R. Guggenheim Foundation ha iniciado una campaña de recogida de firmas por la liberación del artista Ai WeiWei dirigida al Ministro de Cultura de la República Popular China.
Firmar aquí

La campaña internacional de apoyo se puede seguir en http://www.freeaiweiwei.org/

A esta campaña se ha sumado también Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, que centrará su Noche en Blanco del sábado 14 en la petición de la libertad de WeiWei.

domingo, 8 de mayo de 2011

Kippenberger: Retrato del artista como artista


El Museo Picasso de Málaga programa hasta el 29 de mayo la muestra Kippenberger miró a Picasso.

Nacido en Dortmund en 1953 y fallecido en Viena en 1997, Martin Kippenberger se inicia en el arte a finales de los 70, para coincidir, en la dácada siguiente, con lo que ha sido conocido como vuelta o revitalización de la pintura frente al conceptualismo anterior. Kippenberger comparte características con otros artistas de esta época, como el diálogo con la historia del arte, las referencias literarias o a la experiencia individual del artista. Pero allí donde otros acaban praticando una fetichización de la pintura, de la gestualidad a su materialidad, Kippenberger, sin abandonarla y haciendo suyo mucho del espíritu del tiempo, se abre todo tipo de soportes, técnicas y procedimientos, absorviendo todo tipo de influencias y corrientes, desde el punk hasta el propio movimiento conceptual (como puede mostrar The Happy End of Kafka's "America") desarrollados de una forma muy libre.



El autorretrato ocupa un lugar central en la obra de este artista, tratando de encontrar nuevas vías para aprehender la identidad individual y establecer una mirada crítica sobre la construcción de la propia imagen. De forma particular, tal y como muestra esta exposición, la imagen del artista es confrontada con la de los maestros de la modernidad, pero el resultado no es nunca autocomplaciente, sino que, mirando a Picasso, la imagen de Kippenberger en calzoncillos huye de toda divinización de la figura del creador, subrayando aquello que le puede alejar de lo apolíneo y le circunscribe la realidad más prosaica (resulta difícil no verse tentado a buscar en ese cuerpo omnipresente signos de los excesos de la vida de Kippenberger así como algún anuncio de su temprano fallecimiento). La confrontación con la propia imagen (muchas veces plasmada en autorretratos frente al espejo) se hace siempre de forma autocrítica. Podríamos pensar que Kippenberger no está lejos del intento de Beuys de hacer de cada individuo un artista, aunque en este caso el individuo quede circunscrito a uno solo (él mismo). En último término, lo que se pone en cuestión es la propia noción de artista o de genio tal y como nuestra cultura las ha ido configurando.



Adoptando las poses de Picasso o pintando los retratos de Jacqueline que supuestamente éste podría haber pintado, se obliga a replantearse en primer lugar la distancia respecto al maestro y, por extensión, la manera en la que el arte es capaz de ofrecer una imagen del creador y la posibilidad de que ésta sea reinterpretada por parte del observador de la obra.




La muestra se completa con la serie Medusa (1996), en la que el artista alemán lleva hasta el límite el concepto del autorretrato como representación trágica de la propia existencia, poniéndose en este caso en el lugar de los protagonistas del cuadro La Balsa de la Medusa de Géricault.