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martes, 26 de abril de 2011
Santiago Sierra: NO
Hasta este próximo 1 de mayo se puede ver en el Artium de Vitoria la muestra de Santiago Sierra No, global Tour. La exposición, bastante breve (salvo que se opte por ver al completo el vídeo incluido), ofrece poco más que varias versiones de la palabra NO, en distintos soportes. A pesar de la incontestable trayectoria crítica y subversiva del autor, dado el eco mediático precedente, al espectador le resulta difícil no tener en mente el rechazo por parte del artista del Premio Nacional de Artes Plásticas el pasado año. El contenido de la muestra, en cualquier caso, no ayuda demasiado a pensar en algo muy distinto, pues no parece testimoniar otra cosa que el recorrido de esas dos grandes letras a bordo de un camión a través de diversos lugares del mundo desarrollado, más o menos intercambiables, entre personajes de rostro borrado.
La pregunta obvia que se hace el espectador es el sentido de ese NO en mayúsculas y ahí radica, problablemente la ambigüedad y el límite de la propuesta de Sierra. Evidentemente ese mensaje de negación es coherente con toda la creación anterior de Sierra, atenta a hacer explícitos los mecanismos de marginación y dominio que subyacen en nuestra cultura. Sería en ese caso un intento de subversión o insumisión desde el corazón mismo del sistema artístico (relato privilegiado y muchas veces legitimador de esos procedimientos de exclusión y explotación). Sin embargo, el desfile de esa palabra a lo largo de carreteras, su costosa instalación en distintos lugares (sean espacios abandonados o flamantes centros de arte) no acaba de concretarse en ningún mensaje concreto. Al fin y al cabo decir NO, no deja de ser un gesto vacío de contenido, que puede llenarse por cualquier significado, incluidos los más reaccionarios. Constantemente recibimos indicaciones u órdenes para que digamos NO (a las drogas, a la conducción temeraria, a las prácticas sexuales de riesgo, al pecado...) convirtiendo a esa palabra en una de las principales manifestaciones de la LEY, también con mayúscula.
Al no optarse abiertamente por ninguna de las dos opciones (el rechazo o el abrazo de lo institucional), la negación se transforma en una interrogación sobre la legitimidad para decir NO y el hecho de hacerlo, al menos desde la institución cultural, en un mero gesto estético, cuando no retórico. Así, el rechazo del Nacional de Artes Plásticas por parte de Sierra, al aducir que era otorgado por "un estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminal. Un estado que dona alegremente el dinero común a la banca. Un estado empeñado en el desmontaje del estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local", provoca inquietantes dudas. Pues ¿quién financia los museos donde se expone la obra de Sierra? ¿con qué finalidad? ¿en qué sistema económico se insertan las galerías donde sus obras se pone a la venta? ¿quiénes les compran? ¿cómo se ganan la vida esos compradores? ¿dónde invierten su dinero? El propio Sierra no se llama a engaño y no duda en definir sus obras como "objetos de lujo".
En definitiva, vuelve a planear la vieja cuestión de la relación entre el arte y la política (revolucionaria). Si el primero puede transmitir algún mensaje subversivo, es a riesgo de acabar, una y otra vez, asumido por el propio sistema contra el cual pretende erigirse pues, ya lo decíamos antes, el arte no es sino uno de sus discursos legitimadores.
El mejor resumen de esas contradicciones, y puede que la propuesta más poética y sugerente, es ese NO en mármol de Carrara recubierto de vaselina, aunque alguno pueda echar en falta que a esa sustancia no se le haya añadido un poco de arena.
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