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domingo, 8 de mayo de 2011

Kippenberger: Retrato del artista como artista


El Museo Picasso de Málaga programa hasta el 29 de mayo la muestra Kippenberger miró a Picasso.

Nacido en Dortmund en 1953 y fallecido en Viena en 1997, Martin Kippenberger se inicia en el arte a finales de los 70, para coincidir, en la dácada siguiente, con lo que ha sido conocido como vuelta o revitalización de la pintura frente al conceptualismo anterior. Kippenberger comparte características con otros artistas de esta época, como el diálogo con la historia del arte, las referencias literarias o a la experiencia individual del artista. Pero allí donde otros acaban praticando una fetichización de la pintura, de la gestualidad a su materialidad, Kippenberger, sin abandonarla y haciendo suyo mucho del espíritu del tiempo, se abre todo tipo de soportes, técnicas y procedimientos, absorviendo todo tipo de influencias y corrientes, desde el punk hasta el propio movimiento conceptual (como puede mostrar The Happy End of Kafka's "America") desarrollados de una forma muy libre.



El autorretrato ocupa un lugar central en la obra de este artista, tratando de encontrar nuevas vías para aprehender la identidad individual y establecer una mirada crítica sobre la construcción de la propia imagen. De forma particular, tal y como muestra esta exposición, la imagen del artista es confrontada con la de los maestros de la modernidad, pero el resultado no es nunca autocomplaciente, sino que, mirando a Picasso, la imagen de Kippenberger en calzoncillos huye de toda divinización de la figura del creador, subrayando aquello que le puede alejar de lo apolíneo y le circunscribe la realidad más prosaica (resulta difícil no verse tentado a buscar en ese cuerpo omnipresente signos de los excesos de la vida de Kippenberger así como algún anuncio de su temprano fallecimiento). La confrontación con la propia imagen (muchas veces plasmada en autorretratos frente al espejo) se hace siempre de forma autocrítica. Podríamos pensar que Kippenberger no está lejos del intento de Beuys de hacer de cada individuo un artista, aunque en este caso el individuo quede circunscrito a uno solo (él mismo). En último término, lo que se pone en cuestión es la propia noción de artista o de genio tal y como nuestra cultura las ha ido configurando.



Adoptando las poses de Picasso o pintando los retratos de Jacqueline que supuestamente éste podría haber pintado, se obliga a replantearse en primer lugar la distancia respecto al maestro y, por extensión, la manera en la que el arte es capaz de ofrecer una imagen del creador y la posibilidad de que ésta sea reinterpretada por parte del observador de la obra.




La muestra se completa con la serie Medusa (1996), en la que el artista alemán lleva hasta el límite el concepto del autorretrato como representación trágica de la propia existencia, poniéndose en este caso en el lugar de los protagonistas del cuadro La Balsa de la Medusa de Géricault.


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